La muerte de un adolescente por suicidio es una tragedia que deja consecuencias devastadoras para la familia, los amigos y la comunidad. En estos casos, aquellas personas más relacionadas con el adolescente podrían quedarse con la duda de si hubieran podido hacer algo para evitarlo. Aunque no siempre se puede evitar, tener un mayor conocimiento sobre los factores que pueden llevar a alguien a cometer ese acto puede ayudar a prevenir futuros casos.
Los adolescentes son como una montaña rusa de emociones: un día pueden ser los más felices del mundo mientras que al día siguiente pueden sentir que nada tiene sentido. Esto no es tan extraño si tenemos en cuenta que la adolescencia es una fase crucial de nuestra vida, en la cual se dan cambios importantes a nivel biológico, psicológico, social, etc. Es una etapa de transición entre la infancia y la vida adulta, en la cual se va definiendo la identidad personal y donde se produce un aumento de estresores tanto reales como percibidos (presiones académicas, adaptarse al grupo de amigos, etc). Con tal magnitud de cambios, es comprensible que los adolescentes se sientan perdidos y experimenten malestar emocional en muchos momentos. El problema viene cuando ese malestar les lleva a plantearse la posibilidad de quitarse la vida.
Según la Organización Mundial de la Salud, el suicido y los intentos de suicidio son uno de los problemas de salud mental más graves que pueden afectar a las personas. Aunque el suicido es relativamente raro en los niños, incrementa significativamente entre los adolescentes, constituyendo la tercera causa de muerte entre los jóvenes de entre 15 y 19 años. El suicidio es un fenómeno complejo que suele componerse por diversas fases:
- Ideación suicida pasiva
- Contemplación activa del propio suicidio
- Planificación y preparación del propio suicidio
- Ejecución del intento suicida
- Suicidio consumado
El acto suicida se contempla en ocasiones como una solución permanente ante un dolor intenso emocional, físico y/o mental, o ante relaciones interpersonales disfuncionales. Algunos de los factores de riesgo más asociados a la ideación suicida en adolescentes son la presencia de problemas de salud mental (depresión, ansiedad, trastornos de conducta alimentaria…), el consumo de drogas, el haber sufrido un evento estresante (ruptura de pareja, muerte de un familiar), la victimización escolar, la violencia en la pareja, un bajo apoyo familiar, etc. En cuanto a la conducta suicida, se sabe que algunos de los factores más directamente relacionados son la impulsividad, la presencia de síntomas de desesperanza y/o pesimismo, el acceso fácil a métodos letales, poco apoyo familiar o social, etc.
Algunos mitos sobre el suicidio
Preguntar a una persona si está pensando en suicidarse, puede incitarle a hacerlo.
Se ha demostrado que preguntar y escuchar a la persona sobre sus pensamientos y emociones relacionadas con el suicidio, con una actitud empática y comprensiva, puede ayudar a aliviar su tensión y a reducir el riesgo de cometer el acto. Es importante no discutir ni minimizar lo que está pensando y sintiendo.
La persona que expresa su deseo de acabar con su vida, nunca lo hará.
Muchas de las personas que han intentado suicidarse expresaron previamente sus intenciones de hacerlo. Estas expresiones nunca deben considerarse como simples intentos de llamar la atención o de manipulación.
La persona que se quiere suicidar, no lo dice.
Nueve de cada diez personas que intentan suicidarse, han comunicado anteriormente sus deseos de hacerlo. De hecho, los casos de suicido que se producen sin aviso son mínimos.
Solo las personas con problemas graves se suicidan.
El suicido suele ser debido a múltiples causas. Muchos problemas pequeños pueden llevar a que una persona se suicide. Además, lo que para uno no tiene importancia, para otro puede ser algo catastrófico.
La persona que se suicida desea morir.
Las personas que piensan en suicidarse, lo que desean no es morir, sino librarse de circunstancias que les producen un sufrimiento intolerable, y el suicidio es la única alternativa que ven posible.
Esto nos lleva a preguntarnos si es bueno hablar sobre el suicidio con un adolescente. La respuesta sería que, al igual que con los adultos, sí es recomendable abordar ese tema desde una perspectiva abierta y honesta para que puedan hablar sobre sus sentimientos y pensamientos en un ambiente seguro.
¿Cómo podemos ayudar a prevenir estos casos?
Lo primero de todo es ser capaces de detectar las señales de alerta que nos pueden llevar a sospechar sobre la posible idea o tentativa de suicidio.
- Verbaliza directamente la idea o posibilidad de suicidarse, con frases como “quiero quitarme de en medio”, “la vida no merece la pena”, “lo que quisiera es morirme”, “para vivir de esta manera lo mejor es estar muerto”. Es posible que las verbalizaciones de algunos adolescentes sean menos completas por lo que es imprescindible mantenerse atentos cuando aparecen otras sutiles como “esto no durará mucho”, “pronto aliviaré mi sufrimiento”, “dejaré de ser una carga”; así como las dirigidas hacia él mismo, el futuro o la vida tales como “no valgo para nada”, “esta vida no tiene sentido”, “estaríais mejor así”, “estoy cansado de luchar”, “quiero terminar con todo”, “las cosas no van a mejorar nunca”.
- Piensa a menudo en el suicidio y no puede dejar de darle vueltas.
- Amenaza o se lo comenta a personas cercanas, lo cual se podría entender como una petición de ayuda.
- Lleva a cabo determinados preparativos relacionados con su desaparición, como por ejemplo, cerrar asuntos, regalar objetos o bienes y llamar a otras personas para despedirse.
- Reconoce sentirse solo, aislado y se ve incapaz de aguantarlo o solucionarlo. Piensa en ello constantemente y no ve ninguna salida a su situación. Se puede notar que transmite sentimientos de impotencia, indefensión, depresión y especialmente desesperanza.
- Pierde interés por aficiones, obligaciones, familia, amigos, y apariencia personal y comienza a aislarse personal y socialmente. Por ejemplo, deja de ir a clase, salir los fines de semana, llamar a sus amigos, se encierra en su cuarto más de lo habitual.
- Hace cosas arriesgadas o autodestructivas, cuando antes no las hacía.
- Está muy deprimido y mejora de forma repentina e inesperada, momento en el cual puede sentirse con fuerzas suficientes para llevar a cabo sus planes de suicidio.
- Aparece un cambio repentino en su conducta. Por ejemplo, un aumento significativo de la irritabilidad, calma o tranquilidad repentina cuando previamente ha presentado gran agitación, etc.
- Se observa u obtiene información de autolesiones, sean éstas lesiones más o menos relevantes.
¿Qué hacer en caso de que un adolescente presente alguna de estas señales de alerta?
- En caso de peligro inmediato, llama al teléfono de emergencias.
- En caso de sospecha, intenta hablar con él o ella inmediatamente para determinar si existe ideación o riesgo de tentativa de suicidio. Es importante hablar de ello de forma abierta, demostrándole tu apoyo y sin miedo a utilizar la palabra “suicidio”. Una herramienta complementaria que está demostrando su utilidad es la aplicación Prevensuic, la primera aplicación de prevención sobre el suicidio en español. Mediante esta aplicación, se pretende detectar el riesgo suicida y poder llevar a cabo medidas preventivas al respecto, tanto por parte de la persona, como de los allegados, como de los profesionales que tienen que abordar el caso.
- Si vemos que el riesgo persiste o no sabemos cómo abordar la situación, es recomendable ponernos en contacto con profesionales de la salud mental de adolescentes lo antes posible.
Aina Fiol Col.
Psicóloga Col. Nº B-02615