LOS MIEDOS EN LA INFANCIA. ¿DEBO ACTUAR O ESPERAR A QUE SE LE PASE?

Todos tenemos miedos, y eso también se aplica a los más pequeños de la casa. El miedo es considerado una reacción básica para el funcionamiento y el desarrollo humano, ya que nos ayuda a protegernos de los peligros y nos permite adaptarnos a gran cantidad de situaciones.

En el caso de los niños eso es incluso más cierto, siendo muchos de estos miedos pasajeros. Aun sabiendo esto, a veces nos puede asaltar la duda de si el miedo que tienen es normal o no. Preguntas como “¿debo hacer algo para intentar solucionar este problema o ya se le pasará?” son muy comunes entre los padres, especialmente en aquellos que son primerizos.

Para obtener respuesta a esas preguntas primero debemos saber que existen miedos evolutivos, propios de cada etapa del desarrollo, y miedos considerados disfuncionales o “patológicos”, como serían las fobias. Pero ¿cómo podemos saber si el miedo que tiene nuestro/a hijo/a es un miedo evolutivo o podría considerarse una fobia? En este artículo encontrarás indicaciones que te pueden ayudar a distinguirlos.

Los miedos evolutivos

Según varios autores, los miedos evolutivos son transitorios, están ligados a ciertas etapas evolutivas y no interfieren en la vida diaria del niño. El papel de estos miedos es importante ya que les pueden ayudar a evitar peligros importantes y a adquirir ciertas habilidades útiles para afrontar situaciones vitales estresantes. Por tanto, son adaptativos para el niño. La evidencia empírica demuestra que los miedos evolutivos más frecuentes compartidos por la mayoría de niños en cada etapa son los siguientes:

  • Primer año (0 – 12 meses): en la primera parte de esta etapa, los bebés suelen tener miedo a la pérdida súbita de soporte y a los ruidos fuertes. Posteriormente, cuando ya aprenden a discriminar entre estímulos familiares y extraños, suelen desarrollar el miedo a los extraños. Esto puede manifestarse mediante conductas de alejamiento de los extraños y búsqueda constante de las figuras paternas.
  • Inicio de la niñez (1 – 2,5 años): el miedo a la separación de los padres se intensifica en esta etapa y aparece el miedo a los compañeros extraños. También son frecuentes los miedos a las tormentas, al mar y a animales pequeños.
  • Preescolar (2,5 – 6 años): en esta etapa se añaden el miedo a la oscuridad, a quedarse solo y a los animales en general. Especialmente, predomina el miedo a seres imaginarios, como fantasmas o monstruos.
  • Niñez media (6 – 11 años): se incrementa el miedo a sucesos sobrenaturales y al daño físico, del tipo sangre-heridas-inyecciones. Predominan también los miedos relacionados con la salud y la muerte, y con el colegio (aspectos sociales, compañeros, rendimiento académico, etc.).
  • Preadolescencia (11 – 13 años): adquieren de cada vez más relevancia los miedos sociales y escolares. Empiezan a aparecer miedos económicos y políticos, así como los relacionados con el autoconcepto (imagen personal, autoestima, etc.).
  • Adolescencia (13 – 18 años): se mantienen los miedos de la preadolescencia, pero incrementándose especialmente los miedos sobre el autoconcepto y sobre las relaciones interpersonales (con amistades, personas del sexo opuesto, etc.). 

Cómo manejar los miedos evolutivos:

Generalmente estos miedos no suelen ser objeto de atención psicológica, ya que tienden a remitir con el tiempo debido a factores como la maduración neurológica y el desarrollo de las capacidades cognitivas de los niños, o la exposición natural que se va produciendo a los estímulos temidos y que les permite aprender estrategias de afrontamiento. Como cuidadores, la tarea principal es proporcionarle conocimiento y apoyo al niño o la niña para que vaya exponiéndose a esos miedos de forma progresiva y los vaya superando. Así, irá aprendiendo qué miedos son realmente peligrosos y cuáles no, y como debe comportarse ante las situaciones que le producen temor. Todo esto ayudará a que supere su miedo de forma adecuada y su autoestima y capacidad de regulación emocional se vayan fortaleciendo.

¿Qué acciones podemos llevar a cabo para ayudarle a ir superando estos miedos?

  • Primero de todo, calmarle. Gracias al vínculo que se establece entre padres e hijos, la sola presencia de estos ya hará que el pequeño se calme.
  • Mostrarle afecto y protección incondicional, tanto de forma verbal como de forma no verbal (abrazándole, dándole la mano, agachándose para ponerse a su altura, etc.).
  • Es importante acompañar al niño, proporcionándole seguridad y validando las emociones que está sintiendo. En este sentido, no es adecuado “mofarse” del niño o enfadarse con él por tener miedo, sino que es mejor comprender sus emociones y permitirle que las exprese. Debemos intentar evitar expresiones del tipo “¿tan grande y todavía tienes miedo?” o “me da igual si tienes miedo, vete a dormir”.
  • Explicarle qué es el miedo, cómo se manifiesta y para qué nos sirve. Debemos intentar adaptar nuestro lenguaje al nivel cognitivo que tenga el niño en ese momento.
  • Transmitirle, a través de la empatía, que es normal que tenga miedo y que sabemos lo difícil que es superarlo, pero que estamos seguros de que es capaz de conseguirlo.
  • Revelarle que nosotros también hemos sentimos ese miedo u otros cuando éramos pequeños, puede ser muy útil para que el niño se sienta comprendido y vea que es algo que se puede superar.
  • Muchas veces es suficiente con fomentar que no evite la situación que le da miedo, acompañándolo, y esperar a que el miedo siga su curso evolutivo.
  • En aquellos casos en los que creamos que el temor se está extendiendo demasiado en el tiempo, podemos animarle a que afronte progresivamente aquello que le da miedo, para que experimente por su cuenta que aquello temido no sucede. Al principio, podemos acompañarle para que lo afronte con más seguridad, adoptando siempre una actitud empática, con calma y sin presionar. Posteriormente y de forma progresiva, tendremos que ir fomentando su autonomía para que llegue a afrontarlo solo.
  • Reforzarle positivamente cada vez que intente exponerse a su miedo, aunque no lo consiga completamente (por ejemplo, permanecer a oscuras). Ese reforzamiento por nuestra parte hará más probable que quiera volver a intentarlo otra vez.

A veces, caemos en el error de que tenemos que proteger a los niños de todo aquello que les da miedo. Si hacemos esto, el efecto que vamos a conseguir va a ser que siempre evite lo que le da miedo y que no llegue a comprobar que es capaz de afrontar esas situaciones y que aquello que tanto teme, no tiene por qué ocurrir.  Además, también le vamos a enseñar que la evitación es la mejor forma de afrontar las cosas que nos generan temor, con lo cual es probable que con el tiempo no solo mantenga ese miedo, sino que adquiera otros.

Las fobias infantiles

A diferencia de los miedos evolutivos, las fobias son miedos que pueden mantenerse durante muchos años (incluso hasta la edad adulta) llegando a interferir y a generar problemas en diferentes áreas de la vida del niño. Se considera que un miedo puede conceptualizarse como una fobia cuando produce un malestar significativo en la persona y/o le genera repercusiones negativas en una o varias áreas de su vida personal. Por ejemplo, un niño que, al volver del colegio, en vez ir por el camino más corto y tardar 10 minutos, se demora 2 horas porque va evitando todas las calles en las que se encuentra o escucha algún perro por el temor que les tiene. A parte del malestar que siente cada vez que se topa con un perro, es probable que esta conducta le genere problemas a nivel familiar porque no pueda comer a la misma hora que el resto de la familia, o a nivel escolar, porque no tenga tanto tiempo para hacer los deberes o para asistir a ciertas actividades extraescolares. Este niño ha aprendido que la única forma de aliviar ese malestar es mediante la evitación de lo que le da miedo. Este patrón de evitación no permite que el miedo se desmienta y contribuye a que se mantenga en el tiempo, convirtiéndolo en muchos casos en una fobia.

En general, las fobias infantiles afectan más a las niñas que a los niños, tanto si tenemos en cuenta el número como la intensidad de los síntomas. Cada tipo de fobia tiene edades prototípicas en las que los niños son más propensos a desarrollarlas. Por ejemplo, la fobia a los animales suele desarrollarse en torno a los 7 años, mientras que la fobia a la sangre se inicia sobre los 9 años y la fobia social alrededor de los 16 años. En algunos casos, los niños no son conscientes de que sus miedos son irracionales y a veces no presentan malestar, por lo que no siempre piden ayuda.

¿Cuándo debo solicitar ayuda profesional?

  • El miedo se ha mantenido durante mucho tiempo y/o va en aumento
  • Evita constantemente algunos estímulos o situaciones relacionadas con lo que le da miedo, o reacciona a ellos de forma desproporcionada.
  • Le genera un malestar significativo al niño o le interfiere en alguna o varias áreas de su vida (escolar, familiar, relaciones interpersonales, etc.).
  • Ha empezado a realizar ciertos rituales para reducir la ansiedad que le provoca un estímulo o situación (por ejemplo, lavarse las manos de cierta manera para no contagiar ninguna enfermedad, pisar solo ciertas partes de la calle para evitar que le pase algo malo a algún conocido o familiar, etc.).

Si después de leer este artículo, aún tienes dudas sobre si el miedo que tiene tu hijo es evolutivo o puede ser “patológico”, o no sabes cómo actuar, puedes solicitar una sesión con uno de nuestros profesionales para que te oriente en este proceso.

Aina Fiol Veny (B-02615)