¿Qué es el Trastorno del Espectro del Autismo?
El Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) es un trastorno del neurodesarrollo que se caracteriza principalmente por déficits en la comunicación social recíproca y en la interacción social, además de patrones de conducta e intereses repetitivos y restringidos, que suelen manifestarse desde la primera infancia (American Psychiatric Association, 2013).
Debemos entender el Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) como un continuo, lo que significa que cuando hablamos de TEA, nos encontramos a personas muy diferentes entre sí.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) establece tres niveles de afectación o grado de ayuda necesarios:
- Grado 3: necesita ayuda muy notable
- Grado 2: necesita ayuda notable
- Grado 1: necesita ayuda
¿Cuál es su grado de incidencia?
El Manual Diagnóstico de los Trastornos Mentales (DSM-5) sitúa la prevalencia en torno al 1% de la población (APA, 2013), aunque en los últimos años algunos estudios apuntan a un aumento de casos situándola en 1 de cada 59 (Baio et al., 2018).
¿Cuál es el origen de los TEA?
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2021) no hay evidencia de que exista una causa única del trastorno, sino que parece ser que existen varios factores, genéticos y ambientales, que hacen más probable que se desarrolle el TEA.
Importancia del diagnóstico precoz y primeros signos
El autismo es un trastorno que acompaña a la persona a lo largo de toda su vida, se nace con él, aunque las primeras señales se empiezan a observar a partir del primer año de vida.
Las principales señales de alarma en los niños pequeños con TEA son:
- Escaso contacto visual
- Alteración en el lenguaje, que puede ir desde ausencia total de éste a formas particulares de comunicación como ecolalias (repetición de palabras) o uso de palabras poco usuales.
- Es frecuente que alrededor del año, muchos niños con TEA no se giren al escuchar su nombre y sí respondan a otros sonidos.
- Puede haber presencia de conductas extrañas, llamadas estereotipias (aleteo de manos, balanceos, mirarse dedos o manos, etc.).
- Irritabilidad ante los cambios.
- Falta de interés por juegos interactivos y formas repetitivas y no simbólicas de juego (ej: alinear objetos o juguetes).
- Intereses restringidos y obsesión excesiva por algunas actividades u objetos.
- Puede haber ausencia de conductas comunicativas como señalar para pedir lo que quiere, para compartir el interés por algo y/o dificultades en la imitación.
- En algunos casos puede haber pérdida de algunas habilidades como dejar de decir palabras, menos respuesta de interacción con las personas de su entorno, menor contacto visual, etc.
- Puede haber dificultades de procesamiento sensorial, con movimientos repetitivos y reacciones inusuales a ruidos, luces, texturas, etc.
- Falta de interés o dificultad para relacionarse con otros niños y niñas.
Ante la sospecha de TEA es necesario realizar una valoración especializada por profesionales con formación específica en TEA. Se puede acudir a los Centros de Salud de Atención Primaria, para que desde ahí se derive al correspondiente especialista en neurología y/o psiquiatría quienes establecerán los pasos a seguir para llegar a un diagnóstico clínico. Para quien no quiera esperar se podría optar por la vía privada, teniendo en cuenta que para las ayudas públicas o adaptaciones escolares será necesario el diagnóstico realizado desde el ámbito público.
Tratamiento e intervención
Actualmente, las únicas intervenciones recomendadas para las personas con TEA, son de carácter psicoeducativo, y deben ir dirigidas a desarrollar las máximas capacidades de la persona para promover su autonomía, su integración en la sociedad y mejorar su bienestar y calidad de vida.
Será fundamental adaptar la intervención a las necesidades y características de la persona. Los objetivos que se persigan deben ser funcionales y significativos para el desarrollo personal y social, así mismo será importante trabajar en contextos naturales para facilitar la generalización de los aprendizajes.
Debido a la complejidad del trastorno y a las características particulares de cada persona hace que no exista un tratamiento único que pueda aplicarse a todas las personas, pero sí es fundamental que los tratamientos que se utilicen estén respaldados con evidencia científica y se centren en las necesidades y capacidades de la persona, evitando aquellos que no cuenten con ninguna evidencia. Actualmente, las técnicas y estrategias de intervención psicoeducativas más utilizadas son las cognitivo-conductuales. Un enfoque terapéutico que cuenta con amplia evidencia es el Análisis Conductual Aplicado (ABA).
Los actuales modelos de intervención temprana (0-6 años) incluyen la participación activa de la familia. En esta etapa los programas de capacitación para padres y las terapias conductuales son las que cuentan con mejores resultados para la intervención en niños con TEA (OMS, 2021). Según informan las guías internacionales, como la National Institute for Health and Care Excellence (NICE, 2013), son recomendables las intervenciones naturalistas (NDBI, por sus siglas en inglés: Naturalistic Developmental-Behavior Intervention), son programas de intervención que cuentan con la colaboración de las familias, haciendo especial hincapié en la enseñanza directa a los padres de las estrategias más eficaces para estimular el aprendizaje de conductas más adaptativas.
En el ámbito educativo está ampliamente extendido el uso de la metodología TEACCH que principalmente se basa en una enseñanza estructurada y en el uso de apoyos visuales.
Por otro lado, hay otras terapias que se centran en algunos aspectos más específicos como la integración sensorial o el uso de sistemas alternativos y/o aumentativos de la comunicación (SAACs) en los casos en los que haya dificultades en esta área.
Es importante trabajar con profesionales con experiencia en el abordaje del autismo para desarrollar planes de tratamiento individuales que tengan en cuenta las necesidades y características de la persona. En muchos casos será necesario un enfoque multidisciplinar que cuente con la participación de varios profesionales (psicólogos, logopedas, terapeuta ocupacional, etc.).
Referencias
American Psychiatric Association, A., & American Psychiatric Association. (2013).
Diagnostic and statistical manual of mental disorders: DSM-5.
Baio, J., Wiggins, L., Christensen, D. L., Maenner, M. J., Daniels, J., Warren, Z., … &
Dowling, N. F. (2018). Prevalence of autism spectrum disorder among children aged 8
30 years—autism and developmental disabilities monitoring network, 11 sites, United
States, 2014. MMWR Surveillance Summaries, 67(6), 1.
Hernández, J. M., Artigas-Pallarés, J., Martos-Pérez, J., Palacios-Antón, S., Fuentes-Biggi, J., Belinchón-Carmona, M., … & de los Trastornos, G. D. E. (2005). Guía de buena práctica para la detección temprana de los trastornos del espectro autista (I).
National Institute for Health and Clinical Excellence (2013) https://www.nice.org.uk/guidance/cg128
OMS (2021) https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/autism-spectrum-disorders
Tomeny, K. R., McWilliam, R. A., & Tomeny, T. S. (2020). Caregiver-implemented
intervention for young children with autism spectrum disorder: A systematic review of
34 coaching components. Review Journal of Autism and Developmental Disorders, 7, 168-181.
Mónica Arca Pérez
Psicóloga General Sanitaria
Nºcol.: B-02760