¿Qué es la sobreprotección de los padres a sus hijos?
La sobreprotección se caracteriza por un estilo educativo de los padres o de los cuidadores principales hacia los hijos que implica una atención excesiva e intentar solucionar sus problemas incluso antes de que ellos pidan ayuda, generalmente con la intención de evitar que sufran.
Es natural y adaptativo querer proporcionar una red de seguridad para los más pequeños de la casa, ya que los vemos indefensos y nuestro instinto nos dice que debemos protegerlos. Y en gran parte es cierto, estamos “diseñados” para ello, pero tener a nuestros hijos dentro de una burbuja no solo no va a evitar que alguna vez sufran, ya que el sufrimiento forma parte de la vida y todos pasamos por ello, sino que al contrario de lo que se pretende, a largo plazo les podemos acabar generando mucho más sufrimiento a nivel emocional del que queremos evitar.
¿Cómo afecta a los niños y a los cuidadores?
Para empezar, muchos/as niños/as sobreprotegidos/das están tan acostumbrados a que sus padres solucionen todos sus problemas por ellos que les es difícil valorar el esfuerzo que conlleva. Es importante a veces sufrir las consecuencias negativas de nuestros actos para aprender de cara al futuro. Si, por ejemplo, cada vez que me olvido de algo importante, mis padres se desviven para solucionarlo, nunca seré plenamente consciente de lo importante que es que me esfuerce en recordarlo, porque total, si se me olvida, no va a pasar absolutamente nada.
También suele ocurrir que cuando se encuentran sin sus referentes, se sienten frágiles y desprotegidos. Y es normal que eso ocurra, ya que anteriormente no han tenido la oportunidad de practicar cómo solucionar problemas del día a día o tomar decisiones. Les parecerá que no tienen recursos para afrontar lo que se les presenta. Además, si a mis papás les parece peligroso que lo haga solo/a, será porque lo es y yo no soy capaz de hacerlo. Todo ello puede acabar generando una reducción de la autoestima, dependencia emocional hacia los cuidadores o hacia otras personas de su entorno, impaciencia e intolerancia, problemas en diferentes áreas de su vida (por ejemplo, a nivel académico por no haber aprendido a estudiar solos), etc.
En el caso de los cuidadores, este estilo sobreprotector también tiene un efecto nocivo, ya que el hecho de saber que a nuestros hijos no les va a pasar nada, nos tranquiliza y eso es muy reforzante. Si acabamos cayendo en la dinámica de solucionarles la papeleta o de impedir que nada les ocurra, en aquellos momentos en los cuales no podamos hacer nada, lo vamos a pasar realmente mal. Nos habremos “enganchado” a esa sensación de tranquilidad que no es real porque no podemos salvarlos de todo mal y estaremos condicionando nuestra vida a ello, lo cual nos puede acabar generando más ansiedad, la sensación de que no estamos haciendo suficiente y problemas con nuestro entorno (por ejemplo, con nuestra pareja, por no estar de acuerdo en la crianza).
¿Cómo afecta en la edad adulta?
Todo esto no solo afecta a los niños en el momento de sufrir la sobreprotección, sino que haber experimentado un estilo de crianza sobreprotector en la infancia nos influye también en la edad adulta.
Para empezar, se me quedará grabada la creencia errónea de que no soy capaz de hacerlo por mí mismo/a. Aunque no me lo hayan dicho directamente, lo que yo habré captado indirectamente es que no puedo. Y si durante toda mi vida, el mensaje que me ha llegado por su parte es que no han confiado en que pudiera, ¿cómo voy a tener yo esa confianza en mí mismo/a? Además, es muy probable que siga sin tener los recursos necesarios porque no habré tenido oportunidad de aprenderlos.
A parte, también puede ocurrir que siga con la costumbre de dejar que las personas de mi alrededor solucionen mis problemas por mí o que llegue incluso a exigirlo. Por ejemplo, hay personas que sienten que han pasado de estar bajo los cuidados de sus padres a inmediatamente estar bajo los cuidados de su pareja, sintiendo que no pueden valerse por ellos mismos y que necesitan siempre a alguien que les cuide. Esa dependencia va a hacer que sea menos probable que se expongan a hacer cosas por sí mismos, perpetuándose un círculo vicioso que cada vez hace que la persona se sienta más dependiente.
Causas de la sobreprotección de los padres
Existen diversas causas que pueden generar la sobreprotección por parte de los padres.
- Miedo a que les pueda pasar algo y funcionar bajo la premisa de que siempre vale más prevenir que curar.
- Saber que, si evito que le ocurra algo malo, me quedaré más tranquilo/a.
- Excesiva autoexigencia que se imponen los padres y la creencia errónea de que protegerlos de todo implica ser buenos padres. “Es mi responsabilidad como padre/madre allanarle el camino para que nada malo pueda pasarle”.
- Relacionado con este punto, la presión social impuesta cada vez mayor de que tenemos que conseguir que nuestros/as hijos/as sean los más felices y no les ocurra nada malo.
- Haber sufrido de niños un estilo de crianza sobreprotector que les haya hecho creer que este es el modelo de educación más adecuado o que lo adopten de manera inconsciente porque es lo que han vivido siempre. O, todo lo contrario, haber vivido cierta negligencia en la infancia por parte de los educadores y optar por un estilo sobreprotector totalmente opuesto cuando eduquen a sus hijos (“Voy a hacer todo lo contrario a lo que hicieron mis padres conmigo”).
- Que su propio modo de gestionar las emociones sea intentar evitar emociones desagradables, lo cual hará más probable que crean que los hijos no deben pasar por ningún tipo de sufrimiento.
¿Cómo trabajar la sobreprotección de los padres a sus hijos?
Tenemos que aprender a cortar el “cordón umbilical”. Fundamentalmente, vamos a tener que exponernos progresivamente a la preocupación de que los niños sufran y no solucionarles todos los problemas:
- Proporcionándoles un espacio seguro en el que los niños puedan practicar y afrontar los problemas del día a día, con el apoyo de los padres y con la opción a ofrecerles ayuda en las situaciones en las que realmente la necesiten. Por ejemplo, dejar que estudien solos y que, solamente cuando hayan intentado previamente hacerlo por su cuenta, si siguen teniendo dudas, ayudarles a resolverlas de forma constructiva (no dándoles la solución de manera inmediata sino explicándoles cómo llegar a ella).
- Propiciando actividades en las cuales el niño/a pueda poner en marcha los recursos que ya tenga y se sienta útil. Aquí será muy importante reforzarlo/la por haberlo hecho, aunque consideremos que no está tan bien como lo hubiéramos hecho nosotros. Esto hará que sea más probable que se atreva a repetirlo en un futuro.
- Dejándoles sentir sus emociones desagradables (frustración, tristeza, preocupación, aburrimiento…) y enseñándoles que son igual de importantes que las emociones agradables. Si quieres saber más sobre este tema, puedes echarle un vistazo a “La dictadura de la felicidad” o a “Los/as niños/as deben aprender a aburrirse”.
- Escuchando lo que tienen que decir. Ningún niño es igual y el proceso de “cortar el cordón” también dependerá de las necesidades de cada niño/a.
En definitiva, dejándoles hacer, experimentar, equivocarse, aburrirse, sufrir…sí, por muy duro que suene, dejar que tus hijos sufran de vez en cuando es de lo mejor que puedes hacer por ellos. Solo así van a poder aprender y madurar. Porque les vas a dejar salir de esa burbuja y van a poder enfrentarse al mundo real. Ese mundo al cual se van a tener que exponer tarde o temprano y si no han tenido la oportunidad de practicar cuando estaban bajo tu protección y cuando el nivel de exigencia era menor, les va a venir muy grande cuando no les quede más remedio.
Si crees que puedes estar sobreprotegiendo a tus hijos y quieres que te ayudemos a detectar la causa y a fomentar un estilo que contribuya a que crezcan y se conviertan en adultos autónomos y con una buena gestión emocional, no dudes en contactar con nosotros.
Aina Fiol
Psicóloga Col. B-02615