
La música está muy presente en nuestro día a día, y muchas melodías y canciones se quedan grabadas en nuestra cabeza casi sin darnos cuenta. Algunas canciones nos invitan a bailar, otras nos hacen llorar… y otras, sin que seamos del todo conscientes, moldean nuestra forma de pensar. Esto es lo que ocurre con la música con contenido sexista, que puede tener un impacto significativo en el desarrollo emocional, social y afectivo de los adolescentes, justo en una etapa que es clave en la construcción de su identidad.
El poder divulgativo de la música
La música es una de las herramientas de difusión más poderosas. Lo que se canta en una canción de moda puede volverse parte del lenguaje cotidiano de miles de jóvenes en cuestión de días.
Un estudio reciente (Casanovas-Buliart, 2024) revela que el sexismo siempre ha estado presente en las canciones en España y que este fenómeno se ha intensificado en la última década, gracias a las plataformas de streaming y a géneros como la música urbana latina, que presentan letras más explícitas y donde predominan la hipersexualización y la cosificación del cuerpo femenino. No se trata de demonizar géneros musicales, ya que previamente al auge de este género musical ya había muchos otros géneros en los que las letras de algunas canciones eran sexistas. Letras de rock, pop y hasta baladas de los 80 y 90 ya contenían mensajes problemáticos: mujeres que sufrían por amor, que necesitaban ser salvadas, celos como prueba de amor, etc.
Lo preocupante y lo que hace que sea diferente hoy no es solo el contenido en sí, sino la enorme cantidad, la frecuencia con que se repite y lo fácil que es acceder a él, lo que hace que muchos adolescentes lo consuman sin filtros ni reflexión, afectando directamente su desarrollo socioemocional. Por eso, desde la psicología general sanitaria infantil te queremos ayudar a entender qué efectos puede tener sobre los jóvenes.
El impacto emocional de la música sexista
La adolescencia es una etapa de gran vulnerabilidad emocional, donde las emociones se viven con intensidad y la necesidad de pertenecer al grupo es fundamental. En ese contexto, la música no solo entretiene: también transmite ideas, valores y formas de entender las relaciones. Cuando esas canciones están cargadas de mensajes sexistas, que cosifican a las mujeres, refuerzan roles de poder desiguales o perpetúan estereotipos, pueden afectar la autoestima y moldear una visión distorsionada de su mundo afectivo-sexual.
Por ejemplo, en la canción «Tití me preguntó” de Bad Bunny, donde se repite la frase “Hoy tengo a una, mañana a otra”, se hace patente una visión superflua de los vínculos, como si las personas fueran objetos que se pueden cambiar según el deseo del momento, y el respeto, la reciprocidad y el afecto pasan a segundo plano. Otro ejemplo podemos encontrarlo en la canción “PAM” de Justin Quiles, Daddy Yankee y El Alfa, en la que se escucha “Cuando la azoto suena pam, pam, pam, pam, pam, y las pistolas suenan pam, pam, pam, pam, pam, pam”, lo que parece incitar a la violencia contra las mujeres. Este tipo de letras repetidas una y otra vez no son inocuas. El cerebro adolescente, aún en proceso de maduración, tiende a interiorizar y a normalizar este tipo de mensajes cuando se exponen a ellos de forma repetida (Martino et al., 2006).
A continuación, se desarrollan algunos de los efectos más perjudiciales que pueden tener este tipo de mensajes sobre la salud afectivo sexual de los adolescentes:
- Normalizar la cosificación de la mujer: La representación de la mujer en estas canciones suele estar hipersexualizada, desprovista de emociones complejas o agencia propia. Se presenta como premio, trofeo o tentación. Esta cosificación influye directamente en cómo las chicas se perciben a sí mismas (como cuerpos que deben ser deseables) y en cómo los chicos aprenden a relacionarse con ellas. Esto puede provocar inseguridad, baja autoestima, ansiedad corporal y una necesidad constante de validación externa.
- Reforzar estereotipos de género dañinos: Las canciones sexistas suelen presentar las emociones como debilidad, especialmente en el caso de los hombres. Mostrar tristeza, miedo o duda es visto como poco masculino, mientras que la agresividad, los celos y el dominio se interpretan como prueba de virilidad o pasión. Este discurso puede llevar a que muchos adolescentes se desconecten de lo que sienten, o que no busquen ayuda cuando la necesitan.
- Normalizar la violencia de género: La música no causa por sí sola la violencia de género, pero sí contribuye a normalizarla y justificarla. Numerosos estudios han evidenciado la conexión entre el consumo de música con letras sexistas y la tolerancia hacia actitudes de control, celos, dominio y agresividad en las relaciones afectivas (por ejemplo, Coyne et al., 2015). Cuando un adolescente escucha de forma reiterada que «Ella quiere que le den duro», «Si te vas, búscate otro que te parta» o «Te cela porque te ama», no solo está aprendiendo a vincular deseo con violencia, sino también a justificar actitudes posesivas como parte del amor.
¿Qué podemos hacer?
Ante este panorama, muchos padres se preguntan si deben dejar a sus hijos escuchar este tipo de música o no. En nuestra opinión, no se trata de prohibir canciones ni géneros musicales, sino de fomentar una escucha crítica. Hablar con los adolescentes sobre lo que escuchan, cuestionar los mensajes, buscar alternativas y promover artistas con discursos más igualitarios puede ser una gran herramienta de prevención.
Algunos programas educativos ya trabajan con jóvenes el análisis de letras, promoviendo espacios donde se reflexione sobre el impacto de la música en sus relaciones y su visión del mundo. Además, hay artistas que están apostando por narrativas que empoderan, visibilizan emociones complejas y promueven relaciones sanas. Y por suerte, muchos adolescentes que escuchan canciones con letras sexistas ya son conscientes y están en contra del tipo de mensaje que transmiten.
La música es una herramienta poderosísima. Puede reforzar estereotipos o romperlos, depende de cómo la usemos. Escuchar con conciencia, hablar sobre lo que oímos y ofrecer alternativas también es educar en igualdad. Como sociedad, tenemos la oportunidad de convertir el arte en un puente hacia relaciones más justas, sanas y respetuosas.
Referencias
Casanovas-Buliart, L., Álvarez-Cueva, P., & Castillo, C. (2024). Evolution over 62 years: an analysis of sexism in the lyrics of the most-listened-to songs in Spain. Cogent Arts & Humanities, 11(1), 2436723. https://doi.org/10.1080/23311983.2024.2436723
Coyne, S. M., & Padilla-Walker, L. M. (2015). Sex, violence, & rock n’ roll: Longitudinal effects of music on aggression, sex, and prosocial behavior during adolescence. Journal of Adolescence, 41, 36–44. https://doi.org/10.1016/j.adolescence.2015.03.002
Martino, S. C., Collins, R. L., Elliott, M. N., Strachman, A., Kanouse, D. E., & Berry, S. H. (2006). Exposure to degrading versus nondegrading music lyrics and sexual behavior among youth. Pediatrics, 118(2), e430–e441. https://doi.org/10.1542/peds.2006-0131
Aina Fiol Veny
Psicóloga Col. Nº B-02615