
¿Qué son los TCA?
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son alteraciones graves en la relación con la comida, el cuerpo y el peso, que afectan tanto a nivel físico como emocional, y que pueden aparecer en todas las etapas de la vida: infancia, adolescencia, vida adulta y vejez. Estos trastornos no son una cuestión de voluntad ni una fase pasajera: implican un profundo malestar psicológico y suelen estar relacionados con la baja autoestima, la necesidad de control o la presión social. Entre los más comunes se encuentran la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón.
En la infancia, los TCA no siempre se presentan de forma evidente. A veces, lo que vemos son cambios sutiles, como que empiezan a rechazar ciertos alimentos, comen a solas o con ansiedad, evitan situaciones sociales relacionadas con la comida o muestran una excesiva preocupación por su cuerpo o rendimiento. También pueden aparecer conductas rígidas, perfeccionistas o la necesidad constante de controlar lo que comen y cuándo se mueven.
Estas conductas no surgen por casualidad; suelen estar relacionadas con factores emocionales como la baja autoestima, el miedo al rechazo, la presión social o el deseo de sentirse aceptados y seguros. Durante el verano, al perder las rutinas, estos factores pueden intensificarse si no se acompañan adecuadamente.
¿Cómo afectan las vacaciones de verano a los TCA?
Las vacaciones de verano pueden ser un importante desafío para los niños y las niñas que padecen un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA), así como para sus familias. Porque, pese a que es un descanso de la rutina y del colegio, en estos casos puede generar un impacto emocional y conductual significativo.
Durante el curso escolar, los niños y las niñas cuentan con cierto grado de estructura, contención y entretenimiento, pero en periodos vacacionales, esa organización desaparece; hay más tiempo libre, menos supervisión, horarios más irregulares de comida y sueño, y en general, cambios en los hábitos familiares. Todo esto puede aumentar la ansiedad, los pensamientos obsesivos relacionados con la imagen corporal y las conductas alimentarias problemáticas.
Igualmente, el entorno social cambia: las actividades pasan a ser en piscinas o playas con ropa más ligera, por lo que los comentarios sobre el cuerpo y la exposición a comparaciones físicas pueden resultar especialmente sensibles para los menores. Estos factores pueden acentuar los sentimientos de inseguridad, culpa o necesidad de control, reforzando conductas de restricción, atracones o evitación de comidas.
A esto se suma un factor muy importante: el aumento del culto al cuerpo y la presión estética que se intensifican en verano. Las redes sociales, la publicidad y los mensajes sociales están plagados de contenidos que promueven cuerpos “ideales”, operaciones bikini y dietas rápidas. Incluso dentro del entorno familiar, es habitual escuchar conversaciones sobre “cuidarse”, “compensar excesos” o “comer ligero”, que pueden tener un gran impacto en un niño o niña vulnerable.
Todo este contexto puede reforzar conductas restrictivas, atracones, evitación de comidas o excesiva preocupación por el ejercicio. Por eso, es clave que las familias estén atentas, creen entornos seguros y fomenten una relación saludable con el cuerpo y la alimentación durante esta etapa.
Consejos para afrontar el verano si sufres algún trastorno alimentario:
- Mantener una rutina estructurada.
Aunque estemos en el periodo de vacaciones, conservar, en cierta medida, una regularidad en los horarios de comida, sueño y actividades ayuda a reducir la ansiedad. Las personas con TCA, y en este caso en concreto los niños y las niñas, se alimentan del descontrol. Por eso, la previsibilidad puede dar seguridad emocional. - Fomentar una relación saludable con la comida.
La relación y la idea que tenga el menor sobre la comida es muy importante, por lo que debemos evitar clasificar los alimentos como “buenos” o “malos”; en su lugar, hablar de la alimentación como una forma de cuidar el cuerpo, obtener energía y así poder disfrutar de las vacaciones. Al mismo tiempo, permitir cierta flexibilidad, sin caer en la restricción ni el descontrol. Comer juntos en un entorno tranquilo también puede ser un momento de conexión familiar. - Evitar comentarios sobre el cuerpo.
Frases como “has adelgazado” o “has crecido mucho” pueden parecer inocentes, pero tienen un gran impacto. En su lugar, refuerza sus cualidades: la empatía, la creatividad, la valentía, la alegría. - Potenciar actividades placenteras no centradas en la imagen corporal.
Tiene una repercusión muy positiva fomentar hobbies, juegos, deporte no competitivo, actividades creativas… Ya que ayudan a desconectar del foco central que es el cuerpo, conectar con el disfrute y mejorar la autoestima. Este periodo de vacaciones es una gran oportunidad para cultivar actividades que nutran su mundo emocional y personal. - Escuchar y validar sus emociones.
Los niños con TCA a menudo usan este tipo de conductas como una forma de expresar su malestar. Ofrecer un espacio donde puedan decir cómo se sienten, sin sentirse juzgados o presionados, es una herramienta muy poderosa de acompañamiento familiar. - Buscar apoyo profesional especializado.
El verano puede ser un buen momento para empezar un proceso terapéutico sin la presión del curso escolar. Si notas alguna señal de alarma en tu hijo o hija; como evitar las comidas, malestar al comer en público, obsesión con el cuerpo o cambios de humor bruscos, no dudes en pedir ayuda. Y si recientemente has recibido un diagnóstico y no sabes muy bien por dónde empezar, puede ayudarte este artículo sobre Cómo afrontar el Diagnóstico Psicológico en un hijo, pensado especialmente para familias que atraviesan ese primer impacto.
¿Pueden empeorar los síntomas tras el verano?
Sí, es posible que tras el verano los síntomas de un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) en niños y niñas se agudicen, o incluso reaparezcan si ya se encontraban en un proceso de recuperación. Como ya hemos comentado, el cambio de rutina puede tener un impacto emocional significativo.
Todo lo que supone este periodo de descontrol puede aumentar la ansiedad, la necesidad de control y los comportamientos compensatorios asociados a los TCA. Incluso cuando todo parece que “va bien”, el malestar puede estar presente de forma silenciosa.
Al volver al entorno escolar, todo este malestar acumulado puede manifestarse con mayor intensidad: mayor irritabilidad, cambios bruscos en la alimentación, rechazo a participar en actividades sociales o deportivas, o al contrario, una excesiva preocupación por el cuerpo y el rendimiento.
Por eso es tan importante prestar atención a estos cambios y no dar por hecho que la ausencia de síntomas visibles es signo de recuperación. La prevención de recaídas forma parte del tratamiento y del acompañamiento terapéutico.
El verano también puede ser un tiempo de bienestar
El verano no tiene por qué ser una amenaza para los niños y las niñas que padecen un trastorno de conducta alimentaria. Si se afronta con planificación, apoyo familiar y cuidado emocional, puede convertirse justamente en lo contrario: una oportunidad para avanzar en su recuperación, reforzar vínculos y descubrir nuevas formas de disfrutar.
Mantener rutinas saludables, crear un entorno libre de juicios, fomentar actividades que les conecten con el disfrute, y sobre todo, ofrecer un acompañamiento afectivo y profesional, son claves para que el verano sea un periodo seguro.
Desde nuestro equipo te recordamos que, con el acompañamiento adecuado, es posible no solo prevenir recaídas, sino también construir una relación más sana con la comida, con el cuerpo y consigo mismos. Porque con apoyo, el verano puede ser un tiempo de libertad, disfrute y bienestar también para ellos y ellas.
Además, sabemos lo importante que es sentirse comprendido durante este proceso. Por eso, animamos a las familias a mantener una comunicación abierta con los profesionales: preguntar, expresar dudas y conocer bien cada paso del tratamiento es parte fundamental del camino. En nuestro gabinete, estaremos encantadas de orientarte y ofrecerte el acompañamiento que tu hijo o hija necesite. No dudes en ponerte en contacto con nuestro equipo de Psicólogas Infantiles.
Marta Costoya Muñiz
Psicóloga General Sanitaria
Nº de colegiada: B-03923